domingo, 3 de junio de 2012

EL ENAMORAMIENTO

                                    HORMONAS DEL ENAMORAMIENTO

Cosquillas o mariposas en la panza, la idea de “estar flotando”, alegría, emoción. Todas estas sensaciones sirven y se utilizan habitualmente para describir lo que nos ocurre a todos, igual mujeres que hombres cuando se enamoran.

Ese sentimiento tan básico y complejo a la vez, que inspiró miles de películas y libros y que puede entenderse desde lo meramente emocional, aunque también desde lo fisiológico y orgánico, tiene su día.Como todo el mundo sabemos es el14 de febrero, cuando  se celebra en todo el mundo el Día de los Enamorados, fecha también conocida como San Valentín.

                                                         

Pero, ¿qué implica desde lo orgánico e inclusive físico el estar enamorado?.

Hasta que la relación se consolida, y desde el primer encuentro, los enamorados deben atravesar diversas etapas.

El enamoramiento es magia, es energía pura y transformadora, pero también es el resultado de una serie de combinaciones de sustancias químicas que se producen en el cerebro y que se distribuyen a través del sistema circulatorio y nervioso, produciendo respuestas biopsicoespirituales.

Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).

Sus efectos se hacen notar al instante:
-El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
-La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
-Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
-Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente  sanguínea.


                                                    

En esta cadena de sucesos podría estar la respuesta a una de las preguntas más frecuentes con respecto al amor: ¿es posible mantenerlo? o ¿por qué a medida que los meses pasan la llama se va extinguiendo?.

Según lo que descubrieron diversos neurofisiólogos, las sustancias productoras del enamoramiento entre las cuales se cuentan la occitocina, la testosterona y la dopamina, por mencionar sólo algunas, necesitan todo el tiempo nuevos estímulos sensoriales a fin de permanecer circulando en la sangre. Si eso no ocurre, terminan por disolverse en el torrente sanguíneo y desaparecen a los pocos meses.

Dado que desde el punto de vista orgánico todas las mujeres y todos los hombres emiten sus señales y están abiertos a conectar con otro en cualquier momento -más allá de que la fidelidad debería ser la conducta elegida cuando se intenta consolidar un vínculo y apostar a una vida en común- una persona puede enamorarse de otra conociendo únicamente aquello que está a la vista y sin saber nada sobre los múltiples otros aspectos que conforman una personalidad.

En esos casos, si al cabo de un tiempo surge el desencanto o alguna de las dos personas se da cuenta que eso no es lo que se buscaba, quería y deseaba, llega el momento de dejar de emitir esos mensajes y esas sensaciones -algo que ocurre a nivel hormonal y se materializa en la conducta- para darle paso al aspecto tal vez más racional de la relación entre dos personas: la separación.

Por el contrario, cuando la relación avanza en todos los aspectos, cuando se logra apreciar y apegarse a la mayor parte de los aspectos del otro y se obtiene una gratificante reciprocidad, estamos frente a una segunda etapa en la cual hay que mantener lo que se logró. Esto es que el enamoramiento inicial, puesto a prueba por las acciones en el tiempo, vaya adquiriendo mayor fuerza.

La química neurohormonal tendrá entonces muchas sensaciones de seguridad, tranquilidad, confianza, autoestima y entusiasmo entre otras, así como también las endorfinas sexuales de la pasión y la ternura lograrán que el apego aumente, generando un círculo virtuoso de reiteración de conductas que nutrirán la relación y la reforzarán una y otra vez. Finalmente, cuando a esto se le agregan componentes racionales, estaremos en presencia del amor maduro.

                                                              

Éste es el final feliz que la mayoría desea. Lo que ocurre a veces es que en el tránsito que experimentan,los componentes químicos mencionados anteriormente, que son los que actúan a nivel de la corteza cerebral y contribuyen o no al mantenimiento de determinados sentimientos o emociones, las cosas pueden cambiar.
Una de las claves, entonces, es mantener el interés y la energía mediante la realización de actividades en conjunto, hacer planes en común y la voluntad de llevar la relación de un nivel a otro.

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